El lenguaje de la emoción
Cuando la emoción habla
En un trabajo de coaching que realicé hace algún tiempo, un cliente me comentó que estaba muy satisfecho con los logros obtenidos, había conseguido los objetivos que se había planteado, el entrenamiento y el trabajo había dado sus frutos y aprendió que era fácil, que prácticamente, él por sí mismo, sabía que cualquier objetivo lo podía lograr.
Sin embargo, había “algo” que no podía definir, según él, no sabía lo que era, ese “algo” le incomodaba, e incluso no dormía bien, se despertaba con dolor en el pecho por las noches y agitado. Probó varias técnicas de relajación, técnicas respiratorias y otras, sin éxito.
Muchas veces personas exitosas, que consiguen sus objetivos fácilmente, que tienen bienes materiales, relaciones sociales agradables y que en su vida “parece” que todo va bien, sienten de pronto un Vacío que nada puede llenar.
Cuando su zona de disconfort fue en aumento, su cuerpo gritaba desde el pecho, sus latidos gemían y se retorcían llamando a una puerta donde no había quien atendiera, no había Nadie que abriera la puerta. El dolor, el peso y la ansiedad rascaban y arañaban la puerta cerrada. Detrás, había alguien que no escuchaba, que no oía, que estaba ausente.
A partir del momento que ese alguien que no está presente aparece, y está disponible para abrir la puerta y atender la llamada, se inicia el camino y el trabajo hacia el descubrimiento de sí mismo y de quien es.
Mi cliente inició el trabajo, abrió la puerta rasgada y arañada y le dio espacio a una parte de si mismo que no conocía, se presentó a ese “algo” que no podía definir y al abrir la puerta lo miró de frente y aceptó el reto de Re-conocerse.
Los modelos, las técnicas, el trabajo, pueden ser variados: PNL, Gestalt, Preguntas Poderosas, Mindfulness, EFT, etc, como profesionales del Coaching simplemente acompañamos en el proceso. El cliente decide abrir la puerta, recorrer el camino y llegar al re-encuentro consigo mismo.
Nuestro sistema emocional, tiene un sistema de señales muy claro para avisarnos de que algo va mal, algo no está en su sitio, nos avisa enviando mensajes desde dentro y que en muchas ocasiones no son escuchados y ni siquiera percibidos por nosotros, y ocurre porque no estamos conectados con nuestro interior, con nuestras emociones y nuestro cuerpo, la atención sólo está afuera y no conocemos Cómo somos ni Quiénes somos.
Tal vez, de alguna manera, inconscientemente sabemos que un día conocimos el paraíso, que vivimos en el jardín del Edén, lo teníamos todo, éramos felices y plenos y sentimos el dolor que nos produce haber renunciado a la felicidad del paraíso y a la plenitud.
La salida del Edén tiene que ver con la salida del hogar, con el nacimiento, con dejar el lugar seguro donde teníamos sustento y calor, donde todo nos era dado y sin embargo lo abandonamos, por lo tanto se produce la pérdida y la separación. Entonces aparece el dolor y el sufrimiento,
La metáfora del jardín del Edén puede ser útil para entender el camino para volver al hogar e iniciar el camino de regreso a casa.
Escrito por: Elizabeth Alliaume