La Vida es Como la Comida

Mi abuela pertenecía a esa generación  de la posguerra, que habían sobrevivido a todo y que habían aprendido a ser feliz con poco. Era una persona muy sabia y a menudo contaba historias, que con el tiempo entendí mejor.

El mejor momento era cuando cocinaba. Disfrutaba observándola y cocinando con ella. Me decía la vida es como la comida:

  1. A) Los mejores guisos se hacen lentamente en el fuego y con mucho amor. Si no le pones amor a lo que haces, da igual que los productos con los que cocines sean los mejores del mercado, pues no va a saber bien.
  2. B) No siempre de los alimentos más lustrosos y bonitos salen las comidas más ricas.
  3. C) Aprende a cocinar con los ingredientes que tengas, se creativa y no deseches ningún alimento de entrada, aunque tenga una mancha o su aspecto no sea el más apetecible.
  4. D) Si la receta no te sale a la primera, sigue perseverando hasta que lo consigas.
  5. E) Es importante que pruebes la comida y que sepas rectificar y ponerle lo que necesita en cada momento. Lo importante no es la receta que sigues sino como la haces. Puede ser la receta del mejor cocinero del mundo, que si emocionalmente no estás bien, no saldrá bien.
  6. F) Es importante tener la cocina ordenada y limpia, sino difícilmente saldrá rica la comida.
  7. G) Alimentos y cocinero tienen que estar en perfecta armonía.

Lo mismo ocurre con los niños, si no sabe escuchar a los profesionales que están con ellos, si no le ayuda a gestionar los conflictos ni las emociones; difícilmente saldrá bien la receta.

Y llegados en este punto permíteme contarte 2 casos:

El primero es de un chico que se llama Marcos. Era un chico listo, con dotes para el liderazgo, aunque con «mucho carácter». Cuando llego a mi consulta tenía 11 años y ya arrastraba tras de sí un largo historial de peleas en el colegio, e incluso se le llegó a expulsar 2 días de la escuela. También mantenía  actitudes desafiantes frente a padres y profesores. Desde el colegio, le habían recomendado a los padres, realizar terapia.

La primera vez que hable con la madre, no aceptaba que su hijo tuviera un problema. Lo que duró la primera sesión, pareció tener una excusa para justificar cualquier comportamiento de su hijo y x supuesto, no veía la gravedad del problema. Solo hacia el final, me reconoció que a veces no podía con él y que era más fácil dejarlo hacer lo que quería para no discutir y que su hijo la avergonzara en la calle o delante de amigos y familiares. Le expliqué cómo trabajaba y la importancia de no solo tratar con el niño sino también de que ella y su ex marido se implicarán en la terapia. Ella no aceptó y decidió que su hijo no haría Terapia.

Por lo que supe después del caso, con la llegada de la adolescencia, el tema empeoró, a los «problemas» conductuales de Marcos se le sumó las malas notas, las malas compañías, los primeros hurtos y el consumo de hachís. Hasta que dejó el colegio. Se pasaba el día en casa sin hacer nada.

Ahora, permíteme que te explique el caso de Álex. Cuando llego a mi consulta tenía 13 años. Tenía problemas no solo de aprendizaje sino también de temperamento. A lo largo de su escolaridad también se había peleado varias veces con sus compañeros e incluso había agredido a una profesora que se interpuso entre él y otro alumno. Muchos de los alumnos de la escuela le tenían miedo. Sus padres estaban desesperados y no sabían que hacer.

Empezamos a trabajar con Álex, la gestión de las emociones, las habilidades sociales, la autoestima.

Paralelamente, se le dieron pautas a los padres, para reforzar el trabajo realizado en terapia.

Poco a poco, su comportamiento fue mejorando, las peleas, los gritos no solo en el colegio sino también en casa desaparecieron. Cuando estuvo más tranquilo a nivel emocional, trabajamos la orientación e inserción laboral. Quería ser diseñador de ropa. Y la verdad es que dibujaba muy bien. En cuanto, encontró un objetivo sus notas mejoraron sorprendentemente. Es como si le hubiera encontrado un sentido a su vida. Empezó a estudiar, a realizar los deberes… Consiguió graduarse. Años después, me escribió contándome que había entrado en la Universidad de Bellas Artes y dándome las gracias.

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  1. Comience des de la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así creerá convencido que el mundo sincero le pertenece.
  2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere que llegue a la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
  3. Cuando diga palabrotas ríase. Esto la animará a hacer cosas más graciosas.
  4. No lo riña ni le diga que está mal cualquier cosa de lo que haga. Podría crearle complejos de culpabilidad.
  5. Recoja todo lo que él deje escampado: Libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbra a cargar la responsabilidad sobre los otros.
  6. Déjele leer todo lo que le caiga en sus manos. Cuide que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no que su mente se llene de basura.
  7. Riña a su pareja en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia quizás por su propia conducta quede destrozada para siempre.
  8. Dele todo el dinero que quiera gastar. No sea que sospeche que para disponer de ellos es necesario trabajar.
  9. Satisfaga todos sus deseos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad pueden producirle frustraciones.
  10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y de en realidad le quieren fastidiar.

Y ahora, díme ¿qué receta prefieres?

Gloria Farrán
Psicóloga y Master en PNL

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